Por: William J. Castro-Toppin
Este texto pertenece a los apartes protocolarios de la tesis "Metaficción y escritura experimental en la narrativa de Badrán Padauí: o Lecciones sobre cómo escribir un Título" (efectuada en el marco de los requisitos de grado de los programas de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena, la cual en este momento pasa por "la lectura de jurado", ya al asesor le ha gustado, y aunque no se sabe qué dirán los segundos lectores, su autor independientemente del resultado se encuentra satisfecho, pues le parece bien lograda, creativa, profunda pero sobre todo honesta académicamente.
Dedicatorias
A todos los miembros de las primeras generaciones de mi familia que no aprendieron a leer, o a los que por cuestiones prácticas de la existencia no pudieron acceder a una vida “letrada”.
A Isabel y a Elías, por sus respectivas inocencias: la inocencia senil que días atrás no lo era, y la inocencia infantil, que algún día ya no lo será más.
A mi mamá, que no pudo graduarse de universidad, pero que en los semestres que alcanzó a cursar, hizo unos libros llenos de cuentos y de fábulas, los cuales me pasé casi toda la niñez leyendo: Uno siempre deja “migajas de pan” por el camino que transita, no sé cómo, no se dieron cuenta de la cantidad de tiempo que yo dedicaba a esos libros:“Todo lo que uno va a ser, se encuentra allí… en la infancia”.
A mi papá, que cuando yo tenía 12 años, con dedo índice sobreprotector –autoritario, pero bienintencionado– señaló la torre del claustro de San Agustín –Siempre a la altura de los tiempos– diciéndome que esa era la universidad donde yo tenía que estudiar. Durante los años siguientes la timidez no me dio para objetar. (Si mi vida fuese una película, justo en esa escena pondrían el leit motiv de la “banda sonora” –Ojalá sea al menos… algo compuesto por Ennio Morricone–).
Al “William José” de 0 a 16 años: aquel que llegó a creer que Spielberg era lo mejor del mundo cuando conoció a “Indiana Jones”, y que pensó lo mismo de García Márquez al deslumbrarse con el fabuloso lugar común de “Cien años de soledad”.
Al “William” de 17 a 32: que anduvo por tantos espacios tratando de entender “cómo funciona el mundo de los seres humanos” e intentando hallar “su lugar en el universo”.
A todos los espíritus solitarios del mundo, que eligen la oscuridad de una sala de cine y el olor a papel de un libro por encima de las luces estroboscópicas y los eventos multitudinarios.
A todos los seres humanos que descubren, o que alcanzan al menos a sospechar, que no todo acto de inteligencia debe traducirse necesariamente en algo económico, ya que existen otras formas de felicidad y otras maneras de contribuir al bienestar social.
A todas las personas, objetos o circunstancias que me condujeron, me conducen y me conducirán a la invaluable pregunta: “¿Yo qué hago aquí?”.
A todos aquellos que al menos una vez en su vida se hayan enfrentado al vértigo de decir lo que tenían que decir: y lo dijeron. Para ellos una canción de Edith Piaf… “Non, je ne regrette rien”.
Aaaah… y a todas las personas que cuando hablan conmigo de cosas prácticas, les ofende que me quede “ido” o “elevado”, disculpen: es que estoy pensando o tal vez soñando...
Agradecimientos
A la Universidad de Cartagena, pues pese a los muchos reproches fundamentados que puedo realizar a esta institución, fue el espacio que me permitió hacer este recorrido tan particular por el mundo de los saberes.
A Esteban (“instancia académica”), por el trato humano, la sugerencia atinada, y por la asesoría, no tanto esta, sino las anteriormente ofrecidas: Por la fe. (Y por “mandarse” aquel café vietnamita tan reparador).
A Freddy (“instancia administrativa”), por el jugo de octubre de 2011 frente a la Torre del Reloj, por querer (y decirme explícitamente) que me graduara como sea, por creer que mis “habilidades” pueden estar al servicio de mejores causas: Por la fe. (Freddy, dos cosas: 1- si lees esta tesis, notarás lo difícil que me resulta graduarme “como sea” y 2- sinceramente, no me acuerdo quién de los dos, al final pagó los jugos…).
A M4 por prestarme “las hojas y el lápiz”, es decir, el portátil. Y por darme algo de manutención.
A mis papás, abuelos y demás familiares por redondear el sustento. A todas las “marañas” que me salieron este año. A los que se “mandaron” las fotocopias y las impresiones (o en su defecto, se las robaron de “sus” oficinas)… A todos los que me dieron ánimo durante esta breve temporada en el “infierno”. (Infierno en el cual he aprendido muchas cosas, difícilmente volverá un año en que tenga tanta libertad para leer… También descubrí lo malo que soy para pedir plata o ayuda. Pero sobre todo, aprendí que para ser crítico no sólo se necesita valentía y lucidez sino asertividad y la mayor independencia económica posible. Conclusión: debo ahorrar más).
Al señor Freddy Badrán Padauí por los libros que me prestó, y por las charlas sobre su hermano. A la narrativa de Pedro Badrán Padauí, la cual me resultó tan pero tan inspiradora.
A la “conexión de puntos” tejida por Steve Jobs en la Universidad de Stanford, y al “Elogio de la dificultad” esbozado por Estanislao Zuleta en la Universidad del Valle. La vida es de luces y de sombras, es la única forma en que tiene gracia, por eso hay que aprender a “Resistir”.
A todos los lugares en los que estuve durante este “recorrido vital”, a sus agradables y no tan agradables experiencias: pues me ayudaron a forjar una visión del mundo. Lugares que hasta en ocasiones me sirvieron de “escampadero”, mientras decidía que quería ser cuando estuviera grande.
A todos los excelentes, buenos, regulares y malos profesores que tuve durante mi paso por el sistema educativo. A los primeros por la inspiración y la motivación, y a los últimos, por la iluminación de mostrarme con tanta claridad todo lo que no quería ser (mi más sincero agradecimiento a los malos profesores que tuve, pues ese tipo de iluminación proporciona una información valiosísima: ¡gracias!, pese a que a veces en medio de sus clases me hicieran pensar si yo me merecía eso, yo que siempre fui con alegría al aula, y que subía todos los días las escaleras corriendo para ir a participar, a debatir: aunque con decepción descubriese que la mayoría de las veces no había condiciones para tal).
A quien me metió la idea en la cabeza de que la pregunta es más importante que la respuesta (a quien quiera que haya sido).
A cada aula, biblioteca, sala de cine, proyección de cineclub, conferencia, seminario, debate o actividad cultural en que mi alma haya estado… pues en esos lugares me he sentido como Ronaldo, Zidane, Ronaldinho, Messi, Falcao o Cristiano Ronaldo en una cancha de futbol (no me refiero al “nivel” con que hago las cosas, sino a las ganas, al disfrute y al compromiso de estar allí).
A todas las personas que explícita o implícitamente deseaban que yo tuviese un “cartón”, pues sentían que con eso puedo prolongar mi existencia, y por ende, aportarle más a la sociedad y explotar más mis “talentos”.
A todas las personas que se han sentado a hablar conmigo de cosas no-prácticas: de Cine, de Literatura, de Política, de Filosofía, de Religión (Ellas han alcanzado a notar que no siempre cuando me hablan, me “elevo”). A todas las películas que he visto y a todos los libros que he leído, pero más gracias aún, a las personas, a las “prácticas” y a las” no-prácticas”, pues son las principales fuentes de donde me nutro.
A esta tesis, pues me hizo revivir etapas de mi vida, en las que me encerraba a leer o a escribir por horas, días, incluso semanas, y casi ni salía a comer, ni me bañaba ni dormía, pues me movía alguna especie de delirio (Esa es una de las experiencias que más placer y felicidad me causan). Tesis que más que un “divertimento” o un “simulacro” escrito “en tono menor” ha sido para mí un verdadero triunfo del espíritu.
A Elías, a quien sin imponérselo le ha salido gustando mucho la lectura –aunque hasta ahora siento la usará en un sentido distinto al mío (y eso está bien, no tiene mucha gracia fabricar “fotocopias”)–, le agradezco, pues ello me obliga a responder a su necesidad de tener un guía en este laberíntico mundo de libros, discursos y teorías… y si en definitiva las carreras humanísticas no dan tanto dinero, pues al menos que él tenga un buen “lazarillo” para este oficio de luces y tinieblas como lo es “el acto de leer” (Creo no es bueno, crecer en “orfandad cultural”, de hecho, uno de los grandes deseos que tengo es poder fundar algún tipo de institución que vele por estos “huérfanos”).
A todas las personas y circunstancias que me han ayudado a vivir como un “personaje literario”: como en una película… “como una novela”.
Aaaah… ¡miercolé! casi se me olvida… a Dios…: de ti lo único que espero, es que ojalá existas, y que todo lo bueno que se dice de ti en relación a la especie humana sea verdad, así sea que a mí: no me vaya bien… en el juicio final.
(Pues aunque no lo parezca, y tal vez él no me crea mucho, teórica e intelectualmente he concluido que mi única gran gran esperanza es que él exista. Anhelo que dios exista, pues del resto no tengo mucha fe en este mundo: “Ojalá dios exista”).
“Tetraktis”
1. “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.
Jean Paul Sartre, filósofo francés.
(Con esta frase libero de responsabilidad a mis familiares, a todos los profesores que tuve a lo largo de mi vida y al tipo de sociedad en que me tocó nacer).
2. “Ah, leer lo que uno quiere, disponer de lecturas, elegirlas y ordenarlas libremente; es como organizarse la felicidad”.
Alone, crítico y escritor chileno.
(Aunque a veces parece utópica, una de las conquistas individuales más importantes es la libertad para leer sólo lo que a uno le interese, lo que le nazca… lo que a uno le de la gana. Esa es una de mis luchas. Poder vivir de lo que me gusta y que llegue el día en que pueda decir como el gran Ismael Rivera: “Esto es lo mío”).
3. “No se escribe para ser escritor, ni se lee para ser lector. Se escribe y se lee para comprender el mundo. Nadie, pues, debería salir a la vida sin haber adquirido esta habilidad básica”.
Juan José Millás, novelista español.
(Desde muy pequeño me ha movido la idea de querer “comprender el mundo”, hasta me parece que en ocasiones he cometido excesos en eso, afortunadamente siempre he tenido claro dos cosas que “leer” no es sólo pasar los ojos por párrafos, y que los mejores libros para hojear serán siempre: la realidad y los seres humanos –de todas las edades, filiaciones, estratos económicos y niveles educativos–).
4. “Todo lo que se lee alude a lo que uno busca, se convierte en lenguaje de nuestro ser… Siempre se lee porque uno tiene una cuestión que resolver y aspira a que el texto diga algo sobre la cuestión”.
Estanislao Zuleta, intelectual colombiano.
(Yo me monté inicialmente en este “viaje” de leer, escribir, ver cine, analizar la realidad y hablar con personas distintas a mí, pues buscaba respuestas. Luego se descubre –o se sospecha– que tal vez el placer, la gracia y la respuesta de lo que uno busca está en el acto mismo de buscar, pues es un viaje al infinito. No te impacientes, no claudiques y aprende a disfrutar la búsqueda).
1 + 2 + 3 + 4 = 10
Con aprecio,
William J. Castro-Toppin
No hay comentarios:
Publicar un comentario