por: Chavelly Jimenez
Abogada y empresaria cultural
chavelajc@hotmail.com
Ya han pasado muchos años desde que mi mejor amiga de la universidad y yo andábamos por ahí por los pasillos del Claustro San Agustín escribiendo textos feministas y difundiéndolos por debajo de cuerda. Ahora que lo pienso parecíamos los miembros de cualquier resistencia tratando de “dar la lucha” y pasar desapercibidas ante la oficialidad. Yo tenía 19 años, ella dos años menos que ellos, y éramos dos gotas de lluvia contra todo un incendio de prejuicios. Ella escribió un texto llamado Revelaciones de Cleopatra, yo escribí otro denominado Monólogos de Freya –todavía se encuentra en algunos lugares- y nos mandaron a leer “Cosmopolitan”. Y lo que empezó como una iniciativa apasionada de dos chicas de quinto semestre, término convertido en una convicción clara e indeleble, que hoy a pesar de los años, a pesar de que ya no lucimos como estudiantes, sigue intacta.
Con el tiempo he entendido que no se trata de la “guerra de los sexos”, de hombres vs mujeres. Es la maraña educativa, mental e ideológica que nos permea a todos por igual y que nos condiciona a actuar y a pensar. No se trata de ir por la vida emitiendo falacias ad hominem y vestirse de tal o cual manera para entrar en el estereotipo de “feminista”.Apunto a quitarse de encima esa costra dualista, esas categorizaciones que nos hunden en la inexorable repetición de las mismas lógicas contra las que no estamos de acuerdo. No creo que la solución sea la implantación de un moderno conglomerado de Amazonas y la coronación de una nueva reina Hipólita. El quid del asunto radica es dejar de concebir nuestras relaciones de poder verticalmente y pensarnos en términos equitativos, un adjetivo que es mucho más fácil decirlo que actuarlo.
Ese entramado ideológico es profundamente dañino y es el que justifica que el marido le quite la vida a la mujer con seis disparos, porque presiente que le es infiel o que el hombre asesine a la muchachita que no quiso bailar con él en una fiesta y luego se le encasille en el muy cómodo término de “homicidios pasionales” justificados por la ira y el intenso dolor del “ego ultrajado”. O que la femina, en un ataque de “rabia” e “indignación” aprehenda un cuchillo y le corte el “pendenciero” miembro viril a su marido porque “sino no es mío, no es de nadie” –en este caso no es pasional, sino homicidio agravado por el parentesco- . Mientras que las relaciones de poder sigan funcionando así mientras que la escuela, las religiones, los padres, los medios de comunicación contribuyan a su perpetuación, seguiremos siendo una civilización que se suicida constantemente y que se alimenta de la sangre de las inequidades.
Hace unos días me lei el famoso libro, que ahora ya hasta es un stand comedy, Los caballeros las prefieren brutas. Confieso que fue difícil pasar de las construcciones epistemológicas densas de Judith Butler, a párrafos simples que apuntaban básicamente a “hacerse la loca”, no mostrarse amenazante, ni muy inteligente, para en efecto, tener al hombre “bajo nuestros pies”. Debo reconocer que este “manual de parejas para dumies” es muy práctico y que es muy probable que haya más de una feminista agazapada y haciéndole creer al esposo que es una Blancanieves, cuando en realidad es la madrastra. Pero ¿y a largo plazo? ¿Más allá de las urgencias cotidianas? ¿Vamos a seguir justificando la violación de una joven de 15 años porque tenía una minifalda? ¿Nos gustaría que nuestras hijas, hermanas, primas y amigas, fueran las victimarias en vez de la víctimas cuando se le accede carnalmente con violencia sin poder hacer nada? Y si fuera yo…
Siempre lucida, me gusta.
ResponderEliminarReflexionemos mujeres, reflexionemos humanidad, no se trata de tener en estos días a los hombres rendidos a nuestros pies, eso no es la gloria, no se trata de tomar la justicia por nuestras manos e imponernos, se trata de vivir en mundo equitativo y pienso que también se trata de trabajar por nuestra espiritualidad y de luchar contra nosotros mismos.
ResponderEliminarBeca
¿Qué son las relaciones de género, una constante lucha o un duelo? Sí, Compañera, precisamente contra esos dualismos son contra los que hay que luchar. Pero ¿son hombres y mujeres iguales o hay que pugnar por una diferencia reconocible y reconocida pero equitativamente valorada?. A mi modo de ver, ésto último es la opción. Las mujeres y los hombres nunca serán iguales, pero la celebración de la diferencia debe hacerse en términos de igualdad, de valoración equitativa y de reconocimiento de esa variedad donde surge, exactamente, la riqueza del prima humano.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.P