Por: Seila Rodriguez Torres
Estudiante de Psicología
coryalicia@hotmail.com
UNAD
Cada vez que la buseta de la ruta Ternera-San
José llega al semáforo que conduce hacia la entrada del barrio Ternera, me
concentro siempre en dos personas que por sus características “Rastafari” y
rasgos físicos, me dan la impresión de no ser de esta ciudad. Pero mas allá de
sus fenotipos, me causa particular interés lo que hacen para poder ganarse la
vida.
Todos los días cuelgan una cabuya bien firme y sostenida
de un extremo al semáforo de la entrada a Ternera y el otro a un árbol cercano.
Luego uno de ellos se sube allí y como cualquier malabarista profesional
realiza toda clase de piruetas y de actos divertidos con cuchillos y cualquier
otro instrumento que cause igual furor entre los espectadores.
Entre tanto, su otro compañero va recogiendo en
ese corto tiempo que dura el semáforo en rojo cualquier moneda que los
conductores de taxis, carros particulares, motos y busetas consideren que vale
ese complicado trabajo. Son ellos los que ponen el precio.
Es sorprendente ver tal cosa, tanto que las
personas que van a mí alrededor, en la buseta, sienten gran admiración por lo
que hacen. Lo reciben de la mejor manera.
Pero en mi caso, no sé si alegrarme porque
igual encuentran la forma de ganarse la vida en una ciudad cada vez más costosa
y desigual, o si enojarme. Enojarme porque es duro imaginar que este país
denominado como un Estado social de Derecho, de justicia y de igualdad, sea el
mismo que permite tal exclusión. No existen garantías de nada. No hay trabajo y
las tasas de desempleos van en aumento.
¿Dónde esta ese Estado social de Derecho?
¿Dónde están aquellos que deberían cumplir a cabalidad lo consignado en la
constitución? ¿Dónde? Todo queda en simples letras grabadas sobre un papel
olvidado.
Cada vez es más grande el número de familias,
jóvenes y niños que trabajan en las calles tratando de buscar algo en el
rebusque del día, para ver si pueden por lo menos comer algo decente, para ver
si pueden sostener por lo menos en ese día a sus familias. Para ver si hay
suerte.
Es entonces cuando esta práctica se hace
necesaria al ver que el factor monetario es demasiado escaso y las condiciones
laborales son muy cerradas. No hay un trabajo digno, no hay un trabajo estable,
no hay un salario mínimo.
Estas personas están a merced de lo que la gente
del común pueda y quiera brindarles, de su buena voluntad y tal ves de su buen corazón.
Lo más chocante de todo es que el ex presidente
Álvaro Uribe gane mensualmente, por concepto de pensión, $ 25.838.213 por haber mal dirigido a un estado siempre clientelista
y burócrata. Gana mucho más que todos aquellos que con su valeroso esfuerzo, trabajan
sufriendo las inclemencias de este cálido clima y sudor a cuestas. Eso nadie se
los remunera.
Pero que se le hace, este es el país que
históricamente hemos construido, sobre la base donde son unos pocos los que
ganan y tienen gran estabilidad económica. Mientras los otros tienen que
“ganársela”
Ya es tan común ver a tantos hombres y mujeres
en el rebusque ya sea lavando vidrios a los vehículos o vendiendo productos en
los buses. Pero más lamentable aún es ver a cientos de niños cuya suerte esta
en manos de lo que les ofrezca la calle, analfabetas y en manos de muchos
vividores que se aprovechan de su inocencia y de la lastima ajena.
De verdad siento demasiada vergüenza, por eso soy
de las pocas personas que les colabora con una moneda, les ayuda y sabe
apreciar ese duro trabajo del rebusque. Soy de las que muchas veces ha
escuchado con total agradecimiento: "Dios se lo pague".